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Páginas selectas #8

Cuando las cosas no nos tocan personalmente, parecen no afectarnos. El conocimiento de ciertas situaciones parece existir más en nuestra mente que en la realidad. Algo de esto me pasó cuando por primera vez me invitaron a participar en un retiro diseñado para mujeres post-aborto.

Personalmente, siempre había oído hablar del aborto, sobre todo (o al menos, es lo que más me quedó impreso en la memoria) a nivel moral, sociológico e incluso técnico. Siempre me quedó muy marcado, por ejemplo, el vídeo “El grito silencioso” de Bernard Nathanson.

El no ver ciertas cosas puede hacer la realidad un poco lejana. Mientras no se ve, parece que no existe. Es uno de los motivos por los cuales el aborto sigue siendo “tabú” en muchos lugares, incluso en aquellos en donde el aborto es legal y parece no existir el “estigma” social que se le asociaba. Pero esto del “estigma” y el “tabú” no son más que otra trampa de los ideólogos pro-abortistas: el “tabú” sigue existiendo, el “estigma” no desaparece, porque el aborto daña y lastima tan profundamente que nadie habla del tema. La gran mayoria de las mujeres que han abortado no lo proclaman a los cuatro vientos, tienen vergüenza, sienten culpa, y cuando lo hacen para buscar a alguien que pueda entender su dolor, se las manda callar con frases como: “hiciste lo que tenías que hacer” y “no hay nada de qué lamentarse”.

Otros, quizás con las mejores intenciones del mundo, en un intento por aliviar el dolor que expresan las personas post-aborto, dan respuestas como “no te preocupes, ya pasó, ahora hay que mirar para adelante”, etc. Lamentablemente, este tipo de consejos, dichos en general, para alentar y ayudar a superar la angustia que se experimenta, no hacen sino tapar la boca de la persona post-aborto que se ahoga en sus lágrimas, manteniendo en su interior el sabor amargo de sus remordimientos.

Según Theresa Burke, este tipo de actitudes, aunque no queridas directamente, refuerzan los obstáculos interiores que la persona post-aborto ya experimenta. Estos obstáculos son cuatro: la tendencia a reprimir o huir ante los sentimientos negativos; la creencia de no tener derecho a sufrir y dolerse por su aborto (después de todo se buscó como una solución a corto plazo); la idea que brota de un espíritu de independencia y autonomía, por la cual se piensa que hay que lidiar con estas cosas de manera solitaria sobre todo cuando se ve en el aborto la culpa propia; y finalmente, el deseo no reconocido de querer reparar aquello que estuvo mal hecho aferrándose al dolor y la culpa.

El primer retiro post-aborto en el que participé come director espiritual fue la ocasión para hacerme bajar a lo concreto, a la realidad de las secuelas del aborto. Hasta el momento nunca había conocido, ni hablado, ni siquiera visto, a una persona que hubiese realizado un aborto. El retiro me ayudó a reconocer las heridas profundísimas y que desde hacía muchos años supuraban en el corazón de estas mujeres.


La cita es del libro ANTE CORAZONES ROTOS, del p. Jorge María Randle, Cap. 4. Ante corazones rotos, b) El aborto como experiencia de algo real. (Pág. 50-51)

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