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Páginas selectas #15

39. ¿Cómo alcanzar, con nuestros pobres y escasos medios esta dimensión interior, la realidad del Desierto de dentro? Porque ¡somos tan poca cosa! La experiencia de nuestra nada nos detiene tantas veces… Y sin embargo aquí es donde la puerta se abre…
Cuando buscamos medios es cuando perdemos el camino, porque llegamos a destino precisamente sin medios. Cuando todo falta, cuando se nos hace patente esta separación originaria de toda cosa, cuando la pobreza y pequeñez reales se nos presentan sin ningún discurso previo, entonces, entonces… Es allí cuando hemos de prestar una atención simple y sin tensiones, sin esfuerzo alguno, despojada de todo lo que no sea la pura noticia de la realidad. Dejar que la magnífica novedad nos posea sin ruido. ¿Cuál es la novedad permanente? “A él vendremos y en él haremos morada”… ¿Dónde y cómo? En el corazón simple, puro y separado. Pero -diremos, como siempre- ¿qué seguridad hay, no serán acaso ilusiones nuestras? El reparo es aquí el peor enemigo y la desconfianza una suciedad del alma. ¿No sabemos lo que es gracia y don de Dios? Pues bien, en Fe pura, sin más, no-merecedores, pecadores arrepentidos como, en efecto, lo somos. ¡Es hora de arrojarse, sin mirar a los lados, en el mismo seno de Dios adonde nos lleva Cristo-Jesús!

40. Cuando oramos manifiéstase, en el desierto del alma silenciosa, un florecido y bellísimo jardín. Todo el esplendor, toda la luz que lo invade, proviene de una fuente preciosa: la sonrisa del Señor a su Madre, la sonrisa de la Madre de Dios a su Hijo. Esa sublime relación enamora y rapta el corazón al punto de levantarlo donde no se dice ni se sabe. Sonrisa del Padre al Hijo. Complacencia infinita del Padre en el Hijo. Es el Espíritu Santo quien introduce y hace nuestra esta vida, porque Él es la Sonrisa, porque Él es el Amor.

41. Aprenda el peregrino a sonreír en el desierto. Déjese invadir por el júbilo de Dios. Veámoslo bien: “A la manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que creyere en El tenga la vida eterna” (Jn. 3, 14-15). En el desierto del alma también se ha levantado la Cruz y en la Cruz, en el Misterio de la Cruz, nos dice el Salvador: “en verdad hoy estarás conmigo en el paraíso”” (Lc. 23, 43).

La cita es del libro Hacia una filosofía del desierto, de Fr. Alberto E. Justo, O.P.,
Primera Parte: LA VOCACION INTERIOR. Pág 44-45.

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