Descripción

“El gran contra-testimonio de los cristianos tiene su origen en el hecho constatable de no poder hablar de Dios por experiencia. Hablamos de un Dios aprendido en los libros, o de un Dios a quien hemos conocido en un conjunto de normas morales que nos garantizarán el poderlo disfrutar en la vida eterna. Pero, ¿puedes decir que conoces a Dios, que has hablado con Él? ¿Puedes decir que “lo has visto”?

Decía el gran teólogo Karl Rhaner: “El cristiano del mañana será un místico, alguien que ha experimentado algo o ya no tendrá nada que decir”. Sí, sólo aquellos que han encontrado a Dios cara a cara, que lo han visto a rostro descubierto, tienen algo que decir a sus hermanos. Sólo aquellos que se han encontrado con Él en el desierto, que lo han visto en el Horeb, en la zarza incandescente, o en el encuentro privilegiado de la Transfiguración podrán decir una palabra sobre Él a los demás.

Sólo podrás hablar de Él cuando te hayas atrevido a estar a “solas con Él todo Solo”.

En realidad, después de la hermosa experiencia de desierto, cuando has sentido tu pobreza y el desasimiento que se realiza en ti, percibirás que no puedes hablar de Él, que todo lo que puedes decir de Él son meras aproximaciones, que la mejor manera de hablar de Él es tu silencio, que sólo se puede intuir lo que “sabes“ de Él porque se percibe en ti una gran nostalgia de su presencia, un gran deseo del encuentro y una paz que te inunda y desborda.

Sí, la mejor manera de hablar de Él es que se pueda ver en ti que lo buscas sin cesar, lo añoras como lo único absoluto de tu vida, lo vives en un camino de búsqueda sin fin.”

(Jaime Boada Rafí, Introducción)

“Estas páginas constituyen una preciosa ayuda para todos los cristianos, un eco a la petición de los discípulos a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”. Es una invitación a los creyentes a entrar en el misterio de Cristo. La lectura contemplativa de estos consejos —precedida de una interesante introducción de Jaume Boada Rafí— puede ayudarnos a encontrar un camino para el aprendizaje de la oración como comunión con Dios y con el hermano.”

Matta el Meskin (Egipto, 1919-2006)

Youssef lskandar adoptó el nombre de Matta el Meskin (Mateo el Pobre). Pertenecía a Ia Iglesia ortodoxa copta. Tras licenciarse en Farmacia y ejercer durante cinco años esta profesión, abandonó su vida acomodada e ingresó en el monasterio de San Samuel el Confesor. Ordenado sacerdote, a finales de la década de 1950 se retiró para vivir como recluso, al estilo de los antiguos Padres del desierto. Junto a otros monjes que se le unieron recibió el encargo de recuperar el monasterio de San Macario el Grande, entre El Cairo y Alejandría, en 1969. Con los años, se ha convertido en Ia figura clave del renacimiento del monacato en Egipto.

Fue confesor, guía espiritual, consejero y teólogo.