Algo en broma, pero muy en serio, dice Castellani que “la afición a leer historia argentina es una enfermedad maldita -de cuyo nombre no quiero acordarme- que consiste en tener ganas de atormentarse por gusto”. No le faltaba razón. Al estudiar el pasado del país, cualquier argentino bien nacido siente un dolor lacerante ante las desgracias acaecidas.

Como se verá a lo largo de este estudio, para Castellani los males que pesan sobre la Argentina pueden resumirse en dos: por un lado, uno de carácter universal -o al menos occidental- cual es el de la primacía de lo práctico por sobre lo contemplativo; y por el otro, como mal específicamente argentino, el sacrilegio de la destrucción de la Tradición y su reemplazo por un orden paródico. Sobre esas penumbras del pasado patrio, allí donde “el pan, el agua y el aire mismo están inficionados, el sol está nublado y solo la noche nos vale, clavada de frías y lejanas estrellas” se extendió la pluma de nuestro autor.

Sin embargo, a pesar de esas penumbras, Castellani pensó esperanzadamente la patria. Por eso, siempre afirmó que su verdadera vocación era escribir libros buenos para Dios, pedir limosnas para editarlos y regalárselos a la República Argentina”. Es que esta nación, en sus corsi e ricorsi, en los múltiples recovecos de su historia, ha demostrado ser un misterio, como subrayó Alberto Boixadós décadas atrás. Castellani, que amó a su patria con amor inteligente -leyendo dentro de ella- brindó algunas claves de ese entramado misterioso que conforma la Argentina. De esas claves trata este libro.