Mientras nos encontrábamos en la corrección final y los pormenores técnicos del presente libro, falleció en Mendoza, después de casi dos meses de internación, el querido Dr. Miguel Angel Soler. No pudimos menos que recibirla como una angustiosa noticia pero que, misteriosamente, completaba el tema que aquí nos ocupa. Es que Don Soler hizo de su vida, y en sus obras, lo que a tirones y parcialmente intentamos nosotros poner aquí en palabras. Para él entonces nuestro reconocimiento y gratitud.

En la foto de tapa se observa a nuestro homenajeado con uno de sus numerosos hijos, Santiago Jesús, quien padece parálisis cerebral. He aquí un vivo retrato del amor paterno, del cuidado incansable, de la caridad palpitante. En su rostro se fusiona en delicada síntesis la alegría prometida a quienes ponen su esperanza en la Fuente, y la gravedad asumida de velar siempre por los más necesitados. ¿Y qué de la sonrisa festiva de su hijo? Eso es lo que quisimos decir en estas páginas, pero seguramente los esfuerzos no alcancen; a eso nos referimos en nuestro intento de profundizar en el tema: he aquí, en esta foto, el milagro cotidiano del espíritu venciendo a la materia, de la gracia y el amor transfigurando las llagas y el dolor.

Santiago Jesús, “Tati” para sus seres queridos, está diciendo con los ojos lo que sobreabunda en su alma: “en los brazos de mi padre estoy feliz”. Nos animamos a pensar que Don Soler habrá llegado a la Casa Paterna, y en ese tránsito de un suspiro se invirtió la jugada -de una vez y eternamente-; esta vez fue él quien habrá exclamado lo que tantas veces lo tuvo por protector: “en los brazos de mi Padre estoy feliz”.

Dicen que al tener que darle la noticia a “Tati”, le señalaron una imagen de la Virgen para avisarle que ya estaba con María Santísima. El levantó la mirada, y en su rostro se dibujó una sonrisa. Para él (y en él, todos los discapacitados) vaya este libro, que intenta ser un gracias” para quienes nos enseñan a seguir en este valle de lágrimas con los ojos puestos en el Cielo.