“Lector: tienes aquí otro intento de decir lo que, en realidad, es propio del silencio. No te maravilles por la insistencia ni lamentes demasiado el frecuente fracaso en estas aventuras. Por ahora alégrate de topar son signos y huellas que sólo quieren señalar más allá de las fronteras habituales.

Estas meditaciones son secretos de la soledad. Aunque es cierto que, como decían los Padres antiguos, nunca el hombre está menos solo como cuando está solo. Quiero yo dar testimonio de la Presencia inaudita e inefable para que participemos del mismo gozo, a pesar de la provisoriedad de cualquier expresión. Y la nuestra es muy limitada.

Pero tú déjate sumergir en el silencio, mucho más hondo que estas u otras palabras. Descubre aquello que supera toda manifestación. Fíjate que en el repetido desengaño en el que nos dejan las sensaciones humanas hay un mensaje esencial, a saber, que estamos en verdad más allá de nuestra cortedad y que nuestro corazón rebasa todos los confines. Trasciéndete pues en la oración constante. Persevera hasta arrebatar el secreto más maravilloso, que aquí no se dice pero que por todas partes se sospecha.” (Prólogo, pág. 7)