John Gareth McKenzie está saliendo de su infancia y entrando a la pubertad. Y vive con extrema intensidad esa feliz y virulenta transición. Notablemente sensible, su alma atesora un sinfín de experiencias carentes de valor para el mundo de los adultos. Mundo al que desestima por aburrido y desalmado, sin verdadera vida.

Narrada su historia por él mismo, nos vamos enterando de nimiedades de su vida cotidiana que transcurre en Inverness, un pueblo al norte de Escocia.

Corre el año 1954, en plena posguerra europea. Jack quiere ser constructor de faros, como su padre. Sembrarlos como luminarias al borde del bravo Mar. Aunque entiende que hay muchos modos de iluminar la noche de los navegantes en tormentas.

Pero a mitad del libro, la novela pega un curioso salto de setenta años y retoma la vida del mismo muchacho escocés, devenido en anciano que retorna a su pueblo natal a morir. Es el mismo y es muy otro. Su pasión por los faros sigue intacta. Y el viejo McKenzie retoma su relato.

Una novela fresca, ágil, sencilla, sin grandilocuencias, que se lee casi de un tirón, como se disfruta del buen cine, de la música o la pintura. Una novela aparentemente baladí, inocente, pero capaz de conmover hasta las lágrimas a lectores desprevenidos. Otra pequeña gran obra de la exquisita pluma de su autor Diego de Jesús, cargada -como siempre- de sobrio realismo e hiriente belleza.