Justo Mercado. El mercader de lo divino

Salliqueló es un pueblo rural perdido en el límite con el gran Desierto. Desapercibido, pasa por uno de tantos. Su vida cotidiana es plana e insignificante… aparentemente. El Cura párroco aplica al mismo perfil que el pueblo: vive al límite del desierto, pasa por uno de tantos, su vida es insignificante… en apariencia.

Pero debajo de esa apariencia se despliega un gran Misterio. Insondable, abisal. Lo que parece un charco pando resulta ser un pozo de profundidades vertiginosas. El Curita campechano y llano esconde un oficio milenario, que ejerce con discreción y empeño: es un mercader de lo divino. En favor de terceros, claro. Detrás o debajo o por dentro de ese aspecto tan sencillo, con su boina y su pucho, sus palabrotas y sus risotadas, negocia con Dios cuerpo a cuerpo. Y sabe hacerlo. Y lo hace muy bien.

Un cementerio, una sacristana, la comisaría, linyeras, moribundos y hasta un ángel le agregan trama y color al relato.

De eso trata esta novela de ficción que, al igual que el pueblo perdido, al igual que el cura rural, pasa por una novelita anodina más… pero es sólo su primera apariencia. El charco se torna pozo y el pozo, vertiente. Del que mana sangre y agua.