“El levantamiento heroico de la Vendée fue la primera guerra popular, y por lo tanto la matriz de todas las resistencias a los totalitarismos. Este levantamiento también testimonia la capacidad de un pueblo para rechazar el sometimiento. La sumisión no es una fatalidad. Basta que un pueblo se levante para tirar abajo lo que le presentan como el curso de lasa cosas, basta que un pueblo se levante para oponerse a aquellos que querían negarle el derecho a la continuidad histórica. El ‘non possumus’ de los apóstoles. Basta que un pueblo se levante para decir: ¡No, en conciencia, nosotros no podemos! He aquí, señores y señoras, delante de la Historia, el lenguaje de los vendeanos”.

Sin la resistencia vendeana, sin el sacrificio de sus héroes, de sus mártires y de lo más puro e inocente que tenían: los niños y bebés lactantes…, jamás hubiésemos podido comprender la perversidad intrínseca de la Revolución Francesa. Su sangre no fue derramada en vano. Dios estaba con ellos, mostrando -paradójicamente- su poder, en la debilidad del pueblo.

“Por su sacrificio -señala el Cardenal Robert Sarah-, los vendeanos impidieron que la mentira de a ideología reine como soberana. Gracias a ellos, la revolución debió sacarse la máscara y mostrar el verdadero rostro de su odio a Dios y a la Fe. Gracias a los vendeanos, los sacerdotes no se volvieron esclavos serviles de un estado totalitario, pudiendo permanecer libres para servir a Cristo y a la Iglesia (…) ¡La sangre de estos mártires corre por nuestras venas, seamos fieles a ella! ¡Todos nosotros somos espiritualmente hijos de la Vendée mártir!”