El titulo La Superstición del Divorcio, que he puesto a dos o tres de los artículos que aquí

tratan del asunto, tiene su razón y su causa. Así como el amor libre me parece una herejía, el divorcio se me antoja una superstición. Tiene

de superstición mucho más que el amor libre y que el estricto matrimonio sacramental y nunca

se insistirá demasiado en afirmarlo. Son los partidarios del divorcio y no los defensores del

matrimonio quienes conceden una rígida e insulsa santidad a una sencilla ceremonia, prescindiendo del significado de la misma. No somos nosotros, sino nuestros adversarios, los

que esperan su salvación de las palabras del ritual y no del espíritu de la realidad. Ellos son

quienes sostienen que voto o violación, lealtad o traición, pueden condonarse merced a un mágico y misterioso rito celebrado ante un tribunal, primero, y en una iglesia o registro civil,

después.